¿CUÁL ES MI ELECCIÓN,
LA PAZ O LA VIOLENCIA?
Hugo Betancur
"Ningún hombre es tan tonto como para desear
la guerra y no la paz; pues en la paz los hijos llevan a sus padres a la tumba,
en la guerra son los padres quienes llevan a los hijos a la tumba".
Herodoto
(484-420 a. de J.C.)
La paz es fuerte:
permite que la vida se exprese sin riesgo de ser destruida o dañada; permite
que los seres humanos estemos protegidos y seguros.
La paz es útil: nos permite la
convivencia, la solidaridad y la comunicación con objetivos de bienestar.
La paz es positiva: nos permite
aplicar toda nuestra energía y nuestras capacidades en relaciones de amistad y
cooperación con quienes nos rodean y con pueblos de culturas y rasgos
diferentes.
La paz es sabia: nos
permite vivir en libertad y establecer nexos de tolerancia, comprensión y
armonía.
La paz es poderosa:
permite que la sociedad humana sane sus heridas respecto a las situaciones
conflictivas del pasado y establezca una nueva cultura basada en la igualdad de
condiciones y oportunidades.
La paz es creativa:
nos permite transformar los recursos de la naturaleza en valiosos elementos que
propician el progreso para todos los seres humanos.
Todos podemos
construir la paz. Empezamos estableciendo relaciones de respeto y
trato solidario con los miembros de nuestras familias, luego con nuestros
vecinos, después con los compañeros de estudio y de
trabajo. Iniciamos cerca y llegamos lejos. En algún
momento, estas relaciones alcanzarán a quienes hayan sentido la violencia como
una forma de pensamiento o de acción. Es ahí cuando podemos establecer
relaciones de cambio y transformación, donde los sentimientos y el ejemplo se
unen y la paz que damos es recibida como un regalo esperado.
Al paso del tiempo, tendemos a recordar sin alegría
aquellas situaciones de la vida en que participamos y que representaron
cualquier forma de relación violenta o conflictiva.
De alguna manera, establecemos un puente con el
pasado y somos conscientes de los choques experimentados –las
reacciones agresivas, la confusión, la dureza con que fuimos tratados o tratamos
a otros-.
¿Cómo nos sentimos en aquellos
momentos? ¿Cómo nos sentimos ahora respecto a aquellas situaciones?
Si tendemos a justificar la violencia que causamos y a condenar la violencia de
los demás contra nosotros, representamos un estado de dualidad, lo que indica
que no hemos alcanzado una comprensión del estado de la mente que genera la
violencia.
Tenemos que vivir en relación. Todos los
propósitos de la vida están basados en las relaciones -hasta la soledad de los
ermitaños ha sido precipitada como respuesta a relaciones tirantes o
antagónicas con la sociedad-.
Hugo Betancur (Colombia)
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